domingo, diciembre 31, 2006

La noche más triste

Nadie puede imaginar lo que supone la pérdida de un ser amado hasta que la experimenta. Nadie puede imaginar lo que es la tragedia que sobrevuela el corazón herido de quien ni siquiera sabe si debe llorar o mantener la esperanza. Porque cuando llega la noche y se hace el silencio, el mundo empequeñece y se cierra en uno mismo en sus pensamientos. Son noches de angustia en las que no se sabe si rezar por los vivos o llorar a los muertos. Son noches dilatadas en el tiempo. Noches infinitas en el absurdo de la desinformación, en un país ajeno, por culpa de unos asesinos a los que le molesta cualquier cosa que les impida su objetivo: vivir sin trabajar. Noches de abultados silencios y de nubarrones densos en el corazón. Sin saber a qué atenerse, sin saber si vive o si muere.

Y así, igualmente que se terminan las vidas, se despide el año en la nochevieja más noche y más vieja de los tiempos, aquella en la que los vivos siguen llorando a sus muertos y en la que los acomodados gobernantes reirán y brindarán por el éxito de sus vacías vidas. Noches de reflexión, de sepulcrales ecos. Noches de cementerio, premonitorio o sencillamente imaginario. Noches de eternidad, de duelo, de impotencia, de laboriosa pulcritud espiritual. Noches de lenta y dolorosa partida, más larga y cruel que la Noche Triste de Hernán Cortés en Tenochtitlan.

A nadie se le escapa, no obstante, que la indiferencia, la incoherencia o la falta de información, son más dolorosas aún que enfrentarse con las parcas. Y, sin embargo, algunos se tomarán hoy sus doce uvas sin importarles el dolor ajeno, entre risas y entre algarazas, bien por haber vuelto a atentar o bien porque sus planes de paz sin libertad se vieron trastocados.

Entretanto, miles de personas reflexionamos en solitario en esta noche tan especial y a la vez como otras tantas en las que los asesinos dejaron su reguero de polvo y sangre tras de sí.

Hoy se muere el año. Y también esa parte de inocencia dormida que permanecía en muchas personas de bien que, por saber que la realidad es tozuda, no saben si llorar, rezar o callar.

Que paséis una nochevieja lo más tranquila posible en el calor y la felicidad de los vuestros.