jueves, octubre 26, 2006

Poesía (I). Poema de las Cosas

Inauguramos hoy una serie de post que iremos colgando sobre cómo la poesía encarna nuestros más profundos sentimientos. En este caso os traemos el Poema de las Cosas, del gran genio cubano del siglo XX, José Ángel Buesa, al cual traeremos muy a menudo.

Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tú sepas quién
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se ven...


Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se están yendo siempre, pero que no se van...


O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...


Por más que tú prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...


Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.

Qué maravillosa manera de expresar las cosas, todas esas cosas que en realidad son así:

  • Quizá descubras un día que nos amamos, aunque nunca supiste la verdad o no te diste cuenta.

  • Quizá te des cuenta de que el amor hay que cultivarlo, porque si no se cuida, se marchita la flor. El amor es caprichoso y continuo, cotidiano, y es preciso regarlo cada día.

  • Quizá averigües un día que tú también me quisiste, que te negaste a mi abrazo sólo por un capricho. Porque las cosas pueden ser, a pesar de no haber sido.

  • Quizá se quiebre tu corazón al leer mis palabras o al oír una canción que te recuerde a mí, porque hay cosas que no pueden dejar de ser como son. El recuerdo es un lecho de espinos en el que muchas veces nos tumbamos con plena conciencia sólo por el hecho de estar ahí.

  • Quizá, allá en el infinito, allí donde nadie llegó jamás, sientas que es el olvido la mayor quimera de la humanidad y entiendas por qué no te puedo olvidar.