miércoles, octubre 25, 2006

Respuestas a la pregunta del millón.

Esto es un hecho totalmente cierto, verídico, que cualquier hombre de buena fe ha sufrido más de una vez en sus propias e inocentes carnes de ser humano.

Esto es quizá la mayor obsesión que cualquier mujer tiene. Cuando le da por decirlo, lo dice. No intentes hacerla cambiar de idea. Es un pensamiento que llega sin ayuda alguna hasta el cerebro. El riego sanguíneo se encarga de hacer el resto. Se le mete la idea en la cabeza y ahí se queda. Hasta que lo suelta...

“¿Estoy más gorda?”

¡¡WARNING!! ¡¡NO - CONTESTES, NI SE TE OCURRA!!

Sólo Dios sabe lo que podría hacerte si contestas a esa pregunta trampa. Esa es la mayor obsesión de una mujer, el hecho de estar más gorda (aunque sean cien gramos) que el día anterior. ¿Qué pasa si contestas? Cuando te hagan esa pregunta no le des más vueltas: digas lo que digas vas a tener bronca asegurada para los siguientes treinta minutos. A la resolución de dicha pregunta nuestro Comité tiene VARIAS RESPUESTAS PREVISTAS, a saber:

- Respuesta Uno: Contestas “sí”. Y te empieza a decir que qué poco tacto que tienes que esas cosas no se dicen así de golpe, que si te llamaran gordo a ti lo ibas a sentir más que nadie. Te preguntas qué has hecho mal, porque ella lleva diciendo seis meses que está más gorda y al final has tenido que darle la razón. Al final te quedas durmiendo en el sofá.

- Respuesta Dos: Contestas “no”. A partir de aquí podemos sacar dos cosas claras: si ella es una buena persona te lo agradecerá de corazón, se mirará en el espejo y comprobará que, efectivamente, no está más gorda. Pero si está realmente empeñada en que está gorda, te va a soltar. “¡Claro, me dices que no para que no me sienta tan mal, qué pasa, es que estás ciego o qué, no salta a la vista que he engordado!”. Además, en este apartado tenemos el riesgo de que entre a la conversación el llamado “Algoritmo de los Ducados de Winston, consistente en un Camel-lo ganado con Fortuna”, o séase, “El tabaco, p’a entendernos":
“Si es que desde que dejé de fumar he cogido diez kilos”.
Musho ojo, ni se te ocurra decir que “si es que sustituyes el tabaco por bombones de chocolate” o cosas semejantes. De todas formas, digas lo que digas, da lo mismo. Al final lo más posible es que te quedes durmiendo en el sofá.

-Respuesta Tres: Contestas “¿Y cuánto dijiste que pesas?”
A partir de aquí puede entrar la conversación en un cauce totalmente imprevisible. Si te dice una cifra y compruebas que, efectivamente, ha engordado, las Respuestas Uno y Dos entran aquí en este mismo momento.
No sabemos qué pasará, pero cuidado con lo que dices. Puede tener consecuencias realmente catastróficas.

-Respuesta Cuatro: Aplicamos el “Algoritmo de Beethoven”. Simplemente consiste en hacerse el sordo. No lo recomendamos, pues por lo general ella se cabrea al ver que no se le hace ni puto caso y al final pasa lo que pasa. Que te quedas durmiendo en el sofá.

-Respuesta Cinco: Utilizamos el Factor Sauron (es decir, el Ojo): esto consiste en que mientras ella está formulando la dichosa pregunta que la tiene obsesionada, te quedas mirándola como un idiota. Ella ve que no contestas, y entonces te vuelve a saltar con la misma pregunta. Pero tú a lo tuyo, ¡sigue mirando! Entonces no aguantará más y te dirá: “¿Pero qué te pasa?” Y tú le sueltas: “Perdona, pero es que estás tan guapa que no me he quedado mirando y no te escuchaba. ¿Qué decías?”. Puede haber dos reacciones:

a) que se ría de tu genial ocurrencia.
b) que te eche la bronca por “mirón y pervertido” y al final te quedes durmiendo en el sofá.

De todas formas siempre puedes recurrir a tu fabuloso cerebro y prodigiosa inteligencia para inventarte alguna respuesta que este Comité no se haya dignado a buscar. A veces también es bonito ganar por tus propios méritos, y no veas lo bien que se siente uno.

Y recuerda esto: tarde o temprano acabarás enfrentándote a la maliciosa pregunta antes mencionada.